Por Laura Demidovich y Valeria Sorín
¿Cómo acabar con el conocido “No tengo tiempo para leer”?
La lectura como práctica está más ausente entre los adultos que entre los niños y adolescentes. Las razones podrán ser diversas pero la excusa es común: una cuestión de tiempo.
Cuestión de segundos
Esta crónica tuvo lugar en el marco del Encuentro de Bibliotecas del Noroeste del Conurbano Bonaerense en las instalaciones de la Universidad de General Sarmiento. Uno a uno fueron pasando los oradores: miembros destacados de la Biblioteca Nacional, la CONABIP y de la universidad, y el pensador Mempo Giardinelli, de la fundación que lleva su nombre.
El director de la editorial de la universidad, Darío Stukalsky, pidió tres minutos para aprovechar la oportunidad de la visita de las bibliotecas y comentar la última colección que habían publicado. “¡3 minutos! Tendrás 3 minutos.”
Mempo Giardinelli habló magníficamente acerca de la mentira que escuchamos más a menudo: “no tengo tiempo para leer”. Contra eso propuso una respuesta tajante: 45 segundos en la cena familiar dedicados a la lectura de un poema. ¿Y ahora cuál será la excusa?
Todos los presentes se fueron con una tarea asignada para esa noche, compartir un poema de González Tuñón, o de Nicolás Guillén, en la mesa durante la cena.
Cuestión de minutos
Al terminar su alocución, Mempo Giardinelli cálidamente dio paso a Darío Stukalsky. El editor hablo brevemente: iba a agregar más tarea. Presentó los libros de la colección ContraTiempo, ediciones de un solo cuentos de autores argentinos clásicos y contemporáneos. “A veces todo un volumen abruma, pero un brevísimo libro no asusta a nadie”. El costo de cada libro es el equivalente a dos litros de leche, aunque la oferta para ese día era adquirirlos a mitad de precio.
El puesto de venta de libros de la universidad esa tarde despachó 200 ejemplares en breves minutos, casi el mismo tiempo que les llevaría a esos lectores disfrutar de sus 40 páginas.
Cuestión de disponibilidad
Sería tiempo de reconocer una derrota, el celular ha reemplazado al libro y la revista en el baño. O sea, la ocasión más íntima para la lectura está siendo desplazada por la actividad pública en redes sociales.
¿Entonces podemos insistir en que es una cuestión de tiempo?
Proponemos un ejercicio: cronometrar durante todo un día todas las actividades que realizamos. Todas, incluyendo las consultas el tiempo dedicado a jugar con el teléfono celular. Es cierto que hay casuales brevedades no serían compatibles con Cien años de soledad, pero sin duda existen otras opciones para esas burbujas de ocio.
Pensemos(nos) a los adultos como poco-lectores en recuperación. ¿Por qué no tentar la ocasión con una oferta impostergable? Y así abriremos poco a poco la disponibilidad para la lectura.